A las patologías que desencadena el Covid-19 la acompaña una casi tan invisible como el propio virus: los trastornos psicológicos
Para la psicóloga venezolana, Carolina Vásquez Hernández, la humanidad experimentó una lucha frente a su propia exaltación del placer. En entrevista con Diálogos Post-Pandémicos, la especialista en Estudios sobre la Mujer (UCV), coincide con otros expertos en que la psique resignificó su sentido del goce.
Como prueba de lo anterior, el estrés que la pandemia por coronavirus ha causado en la población mundial ha derivado en un incremento en la venta de antidepresivos, así como fármacos recomendados para el tratamiento del insomnio y trastornos de pánico.
¿Quiénes éramos antes de que llegara la pandemia?
La auto observación es clave para poner nuestro estado emocional en contexto. La doctora Vásquez Hernández, recomienda reconocer el territorio personal y colectivo sobre el que se desarrolla la pandemia, «no es lo mismo que estuviéramos post un terremoto, o en un momento pleno de la vida… siempre es importante ver, cuando sucede un evento que nos impacta tanto nuestro ser, cómo estábamos». La analogía para comprender esta tarea puede pasar por la acción propia del virus pues si el coronavirus «le da a una persona sana, las consecuencias son menores a una persona que tiene un territorio de base con algunas patologías».
Un periodo psicosocial (previo al confinamiento) centralizado en el goce impactó el sentido de nuestras vidas. «También se resignifica la vulnerabilidad, estábamos en un momento muy soberbio como humanidad (…) llegó un virus que nos hizo preguntar, ¿y si nos extinguimos?, ¿y si me muero?».
La hora del abrazo
Un grupo sanitario de Valencia (España) calcula que más del 50% de los pacientes COVID críticos sufren delirium y debilidad muscular, que en algunos casos puede ser extrema y provocar una tetraplejia temporal. Para la jefa de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCIS) de Hospital Universitario de Torrejón, Mari Cruz Martín, las alteraciones neurológicas «son muy frecuentes en pacientes con determinadas características como casos graves, con sepsis y ventilación mecánica prolongada, entre otras».
El delirium, ha explicado, «es una alteración de la conciencia caracterizada por la inatención, acompañada de alteraciones cognitivas, de la percepción o de ambas, que se desarrollan en un corto periodo de tiempo y de manera fluctuante (…) los pacientes pueden estar muy agitados o hipoactivos, tienen alucinaciones e incluso muestran una distorsión de la realidad», según un comunicado del grupo valenciano.
El nivel del desarrollo psicomotor y del sistema inmunológico puede ser menor en una persona que no es acariciada o contenida. «Parte de lo que nos genera a nosotros sensación de bienestar es ser tocados (…) ello será parte de la post-pandemia, saber cómo resignificaremos el contacto. La respuesta está en ser creativos e imaginarnos cómo puedo transmitir a las personas el afecto más allá del codo y que aún haya la suficiente seguridad», propone la también doula, Carolina Vásquez Hernández..
La lepra del siglo XXI
Un foro organizado por la agencia EFE, concluyó que la depresión es el trastorno mental más frecuente y todavía carece de reconocimiento social y gubernamental como enfermedad. que afecta a toda la comunidad y que, por tanto, amerita una inversión «efectiva» que palíe sus efectos y evite casos futuros.
En el debate participaron la doctora Laura Ospina Pinillos, especializada en psiquiatría y profesora adjunta de la Universidad Pontificia Javeriana, y el doctor Gustavo Cabrera, paciente y titular de la Facultad Nacional de Salud Pública «Héctor Abad Gómez» de la Universidad de Antioquia.
Completaron el panel el director del departamento de Psiquiatría de la Universidad del Rosario y director del Centro de Investigaciones del Sistema Nervioso del Grupo CISNE, el doctor Rodrigo Córdoba, y el experto en Economía y Gestión de Salud de la Universidad Politécnica de Valencia, el doctor Jaime Ramírez Moreno.
El doctor Cabrera explicó que en su caso personal como afectado sintió que la depresión es «la lepra del siglo XXI» y pasó «30 años de obscurantismo» ante la falta de apoyos e información.
Sin embargo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es una dolencia que afecta a más de 300 millones de personas -en Latinoamérica, el 5 % de los adultos la sufren- con un impacto económico cercano al billón de dólares; cifras que, como coincidieron todos los panelistas del evento, aumentarán debido a la pandemia provocada por la covid-19.
Cabrera cree, en este sentido, que las personas necesitan mayor «acceso a las consultas de tipo psicológico» y, en general, reclamó «el derecho a ser tratados de forma integral».
Para la doctora Ospina lo fundamental está en invertir en la salud mental de los niños y jóvenes para obtener «un retorno mayor» en la edad adulta y en la tecnología o las nuevas herramientas digitales que favorecen la telemedicina, con lo que se fomentan mejores servicios para la sociedad.
La tristeza prolongada, la apatía, la angustia o la falta de voluntad para realizar tareas cotidianas son algunos de los síntomas de la depresión que, en la mayoría de los casos, genera una pérdida de productividad en la etapa adulta.
En la peor de sus consecuencias puede derivar en suicidio, acto que según datos de la OMS causa una muerte cada 40 segundos en todo el mundo y 38.000 casos anuales en Latinoamérica.
Ante este fenómeno, el doctor Rodrigo Córdoba retomó el discurso principal para tratar la depresión como una prioridad colectiva y no como un problema individual.
Córdoba participó en el estudio TRAL, sobre la Depresión Resistente al Tratamiento en América Latina, realizado con una muestra de 1.475 pacientes con trastorno depresivo mayor, en el que se evidenció que casi un 30 % mostraba signos de resistencia a la terapia convencional, asociado a una mayor morbilidad y mayores costos de servicios médicos.
El doctor Ramírez Moreno abogó entonces por «políticas saludables que eliminen o reduzcan al máximo la estigmatización y la exclusión» como solución que mejore a largo plazo la calidad de vida de los pacientes.
El foro ultimó este debate sobre el estigma que se atribuye a la depresión y a otras enfermedades mentales solicitando la colaboración estrecha entre gobiernos, empresas y ciudadanos; a la par que se promueve una atención oportuna para ellos y una disminución de la presión sobre los sistemas de salud.
La mediana del gasto anual per cápita en salud mental en América Latina es de 13,8 dólares, con una diferencia significativa entre los países de ingresos altos (48 per cápita) y aquellos de ingresos mediano y bajo (2,5 per cápita).
Con información de EFE